viernes, 2 de enero de 2009

Seppuku

Mientras sopeso lo de desnudarme, a ver si con un poco de violencia me visita alguien. Violencia elegante, eso sí. A continuación reproduzco la descripción de el seppuku realizada por Mishima en su cuento breve titulado "Patriotismo". La "gracia" está en que Mishima no se quedó, como otros, en el elogio frívolo del suicidio sino que pasó de las palabras a los hechos y él mismo se hizo el seppuku una fría mañana de noviembre de 1970. Para los más morbosos, pongo además un video del fragmento correspondiente de la película "El rito del amor y la muerte" (adaptación al cine de "Patriotismo"). El actor es el propio Mishima. Diré además que, para escribir esto, Mishima se documentó al detalle, probablemente consultando con médicos, y que en el estreno de la película, en esta escena del seppuku, varias espectadoras sufrieron desmayos. No olvidemos tampoco el valor literario del relato, que también lo tiene.


«El 28 de febrero de 1936, el teniente Takeyama... sabiendo que sus mejores amigos estaban entre los sublevados*, y repugnándole participar en el inminente asalto de las tropas imperiales contra ellos, tomó su espada de oficial y ceremoniosamente se evisceró con ella... Su esposa, Reiko, le siguió apuñalándose hasta morir... tras disculparse ante sus padres (en una carta) por la incorrección de precederles a la tumba... Los últimos momentos de esta pareja heroica y abnegada fueron tales como para hacer sollozar a los mismos dioses. El teniente tenía treinta y un años, su esposa veintitrés, y no había transcurrido medio año desde su boda.»

(*el 26 de febrero de 1936, veintiún oficiales del ejército, al mando de un millar de soldados, se sublevaron contra el gobierno «corrupto y desleal», para devolver al Emperador el rango de jefe supremo del ejército. El Emperador ordenó que fueran castigados).


Éste es el primer párrafo de Patriotismo, y en él está todo resumido. Las restantes páginas son un microscopio que va magnificando fragmentos de este material. Y llegamos a la escena crucial del seppuku...




«...tuvo la impresión de que era otro el que le había atravesado el estómago con una gruesa barra de hierro. Por un segundo o dos vaciló su mente y no tuvo conciencia de lo que había ocurrido... Recuperó la lucidez. La hoja ha penetrado a fondo, pensó. Respiraba con dificultad... de alguna región profunda, que difícilmente podía creer que perteneciese a su cuerpo, brotó un dolor lacerante y aterrador como si el suelo se hubiese abierto para dejar paso a un chorro de lava fundida. El dolor se fue acercando, con una terrible velocidad. Mordió el labio inferior para ahogar un lamento instintivo». «¿Esto es seppuku?, pensaba. Era una sensación de caos, como si el firmamento hubiese caído sobre su cabeza... La voluntad y coraje que parecían tan firmes antes de hacer la incisión se habían encogido... Notó humedad en el puño. Bajando la vista vio que tanto su mano como el paño que envolvía la hoja estaban bañados en sangre. Le impresionó, como increíble, que en esta lacerante agonía las cosas visibles pudieran aún verse, y que las cosas existentes tuvieran todavía presencia.
Comenzó a empujar la espada a través del abdomen con sólo la mano derecha. Pero al tropezar la hoja con las entrañas, éstas la impulsaron hacia fuera con su blanda resistencia, y el teniente comprendió que tendría que verse obligado a utilizar las dos manos para mantener la profundidad del corte...»

«El dolor se fue expandiendo lentamente hacia arriba desde la profundidad, hasta que todo el estómago reverberó con él. Era como el tañido salvaje de una campana. O como si mil timbres vibrasen disonantemente a la vez, con cada respiración, con cada pulsación, convulsionando todo su ser.»

«El volumen de la hemorragia aumentó profusamente, ahora brotaba la sangre de la herida como propulsada por el ritmo del pulso... inundando la estera al desbordar desde las bolsas que iba formando en los pliegues de los pantalones. Una gota voló como un pájaro hacia Reiko, a posarse en su blanco quimono.»

«Cuando el teniente logró, al fin, pasar la espada hasta el lado derecho del estómago, la hoja, que había ido saliendo, mostraba su punta, resbaladiza con sangre y grasa. Bruscamente atacado por un acceso de vómito exhaló un grito ronco. Las náuseas hicieron el dolor más penetrante aún, y el abdomen, hasta este momento firme y compacto, se contrajo abruptamente abriendo la brecha por la que salieron las entrañas, como si la herida también vomitase. Aparentemente ajenas al sufrimiento de su dueño, las visceras daban impresión de salud, incluso de una ingrata vitalidad al deslizarse suavemente, esparciéndose sobre las ingles. El teniente humilló la cabeza, los párpados cerrados, un hilo de saliva manando de la boca. La luz oblicua arrancó destellos del orode las hombreras.'»

«...Es difícil imaginar un espectáculo más heroico que el del teniente en este instante, cuando reuniendo sus últimas fuerzas enderezó la cabeza...»




7 comentarios:

  1. Necesito lectores más aguerridos eh ;-)

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  2. ¡Bah! Ya me conoces, demasiada empatía...

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  3. Mas desnudos no implican mas visitas o lectores!

    Si queres lectores aguerridos, se un escritor aguerrido tambien.

    Saludos

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  4. "¿Esto es seppuku?"
    Esta, pregunta primordial, fue lo que más me impactó del relato

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  5. Hombre, sí que ayudan los desnudos. Eso es irrefutable.

    Para ser escritor aguerrido antes hay que ser escritor a secas.

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  6. ¡Oooooooooooooooooooh!

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