viernes, 9 de enero de 2009

El sobrino del Emperador


Yo ya sabía que en Pekín abundan las falsificaciones y que, puestos a comprar alguna antigüedad, objeto artístico o cosa semejante, lo que hay que tener en cuenta, sobre cualquier otra consideración, es que el objeto en sí te parezca atractivo, no su hipotética autenticidad. Pero lo que no me podía imaginar es que en el interior de la mismísima Ciudad Prohibida (o Museo del Palacio, que ese es su verdadero nombre), morada en otros tiempos del Hijo del Cielo, me fueran a estafar de semejante manera. Resulta que allí estaba el que supuestamente era el sobrino del último emperador de China (Puyi, el de la peli), famoso calígrafo que, casualmente ese día, afortunado de mí, realizaba caligrafías de forma benéfica con el fin de recaudar fondos para restaurar el esplendor de la que en otro tiempo fue la residencia de su ilustre y desgraciado tío. Pues bien, el caso es que, en parte por colaborar con tan encomiable labor, y en parte por aprovechar la extraordinaria ocasión que se me presentaba, piqué. Me dieron a elegir: caligrafía de cuatro caracteres (120.000 yoanes) o caligrafía de dos caracteres (60.000 yoanes). "Que sea la de dos", dije (Ahí estuve conservador). Luego había que seleccionar los caracteres, las opciones eran: paz, felicidad, longevidad, y....otra que no recuerdo. "Si no tienes paz y felicidad, ¿para qué quieres longevidad?" pensé. "Venga, paz y felicidad" dije al vendedor (por supuesto, al "sobrino" no se le podía hablar ni mirar directamente a los ojos, como es propio de un descendiente de tan noble estirpe). A continuación el artista plasmó mi elección en la bonita caligrafía que veis arriba y se nos permitió hacerle esa foto para inmortalizar el momento, foto en la que también salgo yo pero que, por motivos obvios, he recortado convenientemente.


El caso es que, navegando por el apasionante mundo de los blogs, me encuentro con el de una encantadora pareja que muestra las fotos de su viaje a Beijing y, entre ellas, una del sobrino calígrafo del Emperador que, como podeis ver, es un sobrino totalmente diferente a mi sobrino.

http://www.travelblog.org/Asia/China/Beijing/blog-270333.html



En fin, esta es la tliste histolia, que halía sollozar a los mismos dioses, de la caliglafía del soblino del empeladol. Aunque, por otra parte, puede que mi decepción no sea sino consecuencia de esa enfermiza búsqueda de lo verdadero y de lo auténtico que a muchos nos atormenta. Ya se dice: "La filosofía occidental busca la verdad, la filosofía oriental, la libertad".
(A La que vuela).

miércoles, 7 de enero de 2009

Callar

Simplemente. Callar a las palabras que salen en tropel causado por el miedo al vacío, a nuestra propia desnudez primordial. Si el lenguaje no sirve para llamar la atención sobre el silencio, entonces nos conduce a la pérdida y a la confusión de las explicaciones. Cuanto los místicos dicen es por llenar el aire, el tiempo, la vida del lenguaje del silencio: es una forma de combatir la verborrea de la especulación filosófica. (El bambú y el olivo, Amador Vega)





viernes, 2 de enero de 2009

Seppuku

Mientras sopeso lo de desnudarme, a ver si con un poco de violencia me visita alguien. Violencia elegante, eso sí. A continuación reproduzco la descripción de el seppuku realizada por Mishima en su cuento breve titulado "Patriotismo". La "gracia" está en que Mishima no se quedó, como otros, en el elogio frívolo del suicidio sino que pasó de las palabras a los hechos y él mismo se hizo el seppuku una fría mañana de noviembre de 1970. Para los más morbosos, pongo además un video del fragmento correspondiente de la película "El rito del amor y la muerte" (adaptación al cine de "Patriotismo"). El actor es el propio Mishima. Diré además que, para escribir esto, Mishima se documentó al detalle, probablemente consultando con médicos, y que en el estreno de la película, en esta escena del seppuku, varias espectadoras sufrieron desmayos. No olvidemos tampoco el valor literario del relato, que también lo tiene.


«El 28 de febrero de 1936, el teniente Takeyama... sabiendo que sus mejores amigos estaban entre los sublevados*, y repugnándole participar en el inminente asalto de las tropas imperiales contra ellos, tomó su espada de oficial y ceremoniosamente se evisceró con ella... Su esposa, Reiko, le siguió apuñalándose hasta morir... tras disculparse ante sus padres (en una carta) por la incorrección de precederles a la tumba... Los últimos momentos de esta pareja heroica y abnegada fueron tales como para hacer sollozar a los mismos dioses. El teniente tenía treinta y un años, su esposa veintitrés, y no había transcurrido medio año desde su boda.»

(*el 26 de febrero de 1936, veintiún oficiales del ejército, al mando de un millar de soldados, se sublevaron contra el gobierno «corrupto y desleal», para devolver al Emperador el rango de jefe supremo del ejército. El Emperador ordenó que fueran castigados).


Éste es el primer párrafo de Patriotismo, y en él está todo resumido. Las restantes páginas son un microscopio que va magnificando fragmentos de este material. Y llegamos a la escena crucial del seppuku...




«...tuvo la impresión de que era otro el que le había atravesado el estómago con una gruesa barra de hierro. Por un segundo o dos vaciló su mente y no tuvo conciencia de lo que había ocurrido... Recuperó la lucidez. La hoja ha penetrado a fondo, pensó. Respiraba con dificultad... de alguna región profunda, que difícilmente podía creer que perteneciese a su cuerpo, brotó un dolor lacerante y aterrador como si el suelo se hubiese abierto para dejar paso a un chorro de lava fundida. El dolor se fue acercando, con una terrible velocidad. Mordió el labio inferior para ahogar un lamento instintivo». «¿Esto es seppuku?, pensaba. Era una sensación de caos, como si el firmamento hubiese caído sobre su cabeza... La voluntad y coraje que parecían tan firmes antes de hacer la incisión se habían encogido... Notó humedad en el puño. Bajando la vista vio que tanto su mano como el paño que envolvía la hoja estaban bañados en sangre. Le impresionó, como increíble, que en esta lacerante agonía las cosas visibles pudieran aún verse, y que las cosas existentes tuvieran todavía presencia.
Comenzó a empujar la espada a través del abdomen con sólo la mano derecha. Pero al tropezar la hoja con las entrañas, éstas la impulsaron hacia fuera con su blanda resistencia, y el teniente comprendió que tendría que verse obligado a utilizar las dos manos para mantener la profundidad del corte...»

«El dolor se fue expandiendo lentamente hacia arriba desde la profundidad, hasta que todo el estómago reverberó con él. Era como el tañido salvaje de una campana. O como si mil timbres vibrasen disonantemente a la vez, con cada respiración, con cada pulsación, convulsionando todo su ser.»

«El volumen de la hemorragia aumentó profusamente, ahora brotaba la sangre de la herida como propulsada por el ritmo del pulso... inundando la estera al desbordar desde las bolsas que iba formando en los pliegues de los pantalones. Una gota voló como un pájaro hacia Reiko, a posarse en su blanco quimono.»

«Cuando el teniente logró, al fin, pasar la espada hasta el lado derecho del estómago, la hoja, que había ido saliendo, mostraba su punta, resbaladiza con sangre y grasa. Bruscamente atacado por un acceso de vómito exhaló un grito ronco. Las náuseas hicieron el dolor más penetrante aún, y el abdomen, hasta este momento firme y compacto, se contrajo abruptamente abriendo la brecha por la que salieron las entrañas, como si la herida también vomitase. Aparentemente ajenas al sufrimiento de su dueño, las visceras daban impresión de salud, incluso de una ingrata vitalidad al deslizarse suavemente, esparciéndose sobre las ingles. El teniente humilló la cabeza, los párpados cerrados, un hilo de saliva manando de la boca. La luz oblicua arrancó destellos del orode las hombreras.'»

«...Es difícil imaginar un espectáculo más heroico que el del teniente en este instante, cuando reuniendo sus últimas fuerzas enderezó la cabeza...»




jueves, 1 de enero de 2009

Free Zone

Esta noche, se me ocurre otra pregunta.
¿Hasta cuándo durará el ciclo infernal
del opresor y del oprimido,
del verdugo y de la víctima?.
¿Hasta cuándo durará tanta locura?.




Free Zone

miércoles, 17 de diciembre de 2008

L'Orfeo (Monteverdi)

Acto II - "Ha pasado ya la fiesta nupcial. Ha tenido lugar la ceremonia matrimonial. A la exaltación de la fiesta sucede ahora el regocijo de Orfeo y de su grupo de pastores amigos, que exultan de alegría, y recuerdan con sentimiento de felicidad -y de triunfo- los ardientes y dolorosos días pasados...Y de pronto, en ese día feliz de una intensísima felicidad, sobreviene el vuelco: el retorno a la desgracia y al más tremendo lamento" (Eugenio Trías).




Libreto